De Altamira a Tutankamón: los descubrimientos arqueológicos más relevantes de la historia

El Debate hace una recopilación de algunos de los hallazgos arqueológicos más impresionantes de la historia de la humanidad

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Pinturas rupestres en la cueva de Altamira

El descubrimiento de la cueva de lo más fortuito. En 1868 un lugareño descubrió la cavidad mientras quien yendo de caza intentó liberar a su perro que se había quedado atrapado entre las grietas de unas rocas. Sin embargo el hallazgo pasó desapercibido. Tiempo más tarde, en 1875 visitaría la cueva Marcelino Sanz de Sautuola, aficionado a la paleontología, pero no observó nada destacable. Sería dos años más tarde y acompañado por su hija María, quien mientras su padre exploraba la gruta se adentró en una sala lateral y exclamó: ¡Mira, papá, bueyes! María acababa de descubrir el primer conjunto pictórico prehistórico de gran extensión conocido en el momento. Bisontes, ciervos, caballos, manos y otros misteriosos signos pintados se extendían por el interior de la gruta.

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La Piedra de Rosetta

En 1799, mientras las tropas napoleónicas reconstruían un fuerte cerca del río Delta, en la ciudad de el-Rhasid (Rosetta), descubrieron la piedra por casualidad. En la roca había inscrito el mismo texto en tres idiomas diferentes: la parte superior estaba en jeroglíficos egipcios; para escribir el texto del medio se utilizó la escritura demótica y en la parte inferior, un texto en griego antiguo. Para descifrar los diferentes textos intervino el francés Jean François Champollion que con su amplio conocimiento de lenguas antiguas, en especial la copta –clave para entender los jeroglíficos– comparó los diferentes textos dándose cuenta que los jeroglíficos habían evolucionado a símbolos más sencillos dando lugar a la escritura demótica, además de descubrir que algunos símbolos representaban fonemas. En 1822 publicaría su primer estudio sobre los jeroglíficos. Champollion sentaría las bases del conocimiento sobre el idioma y la cultura egipcias.

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Mecanismo de Anticitera

Ha sido calificado durante muchos años como uno de los objetos más enigmáticos de la arqueología mundial. Fue descubierto en 1901 entre los restos de un barco de la época romana en la isla de Anticitera (Grecia) a 45 metros de profundidad. Tras realizar varios análisis y reconstrucciones se ha podido determinar que se trata de una calculadora mecánica diseñada para prever la posición del Sol, la Luna y algunos planetas, así como predecir los eclipses. Se compone de un conjunto de engranajes de ruedas dentadas de bronce con signos e inscripciones astronómicas en griego antiguo y se cree que data del 87 a. C.
​En 2021, Michael Wright, especialista en ingeniería mecánica del Museo de Ciencia de Londres, encontró pruebas que indicaban que el mecanismo de Anticitera podría reproducir los movimientos del Sol y la Luna con exactitud utilizando un modelo epicíclico ideado por Hiparco y también el movimiento de planetas como Mercurio y Venus empleando un modelo epicíclico desarrollado por Apolonio de Pérgamo.

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El manuscrito Voynich

Se trata de uno de los libros más misteriosos del mundo. Se desconoce el autor, el idioma y el alfabeto que se emplea. Los análisis con carbono-14 datan el manuscrito entre 1404 y 1434. Se piensa que el Emperador Rodolfo II del Sacro Imperio adquirió el manuscrito por 600 ducado, pero no existe registro de tal operación. Lo que es seguro es que el libro quedó en manos de su consejero, el médico y farmacéutico Jacobus de Tepenec cuya firma aparece débilmente en la primera página. Estuvo en varias manos hasta acabar en la biblioteca del Colegio Romano donde varios siglos más tarde lo adquiriría el comerciante de libros antiguos Wilfrid M. Voynich en 1912.
Según un reciente estudio realizado por el académico británico Gerard Cheshire se ha podido afirmar que se trata de un libro de referencia terapéutica escrito por monjas en una lengua perdida. El idioma que se bautizó como voynichés es un proto-romance ancestral de las lenguas romances de la actualidad como el español, el francés o el italiano que combina símbolos desconocidos con otros más familiares.

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El mapa de Piri Reis

Este fragmento de mapa fue elaborado por el almirante y cartógrafo otomano Piri Reis en 1513 donde se muestra las costas de América del Sur, Europa y África con una exactitud asombrosa. Para su elaboración se sirvió de otros trozos de diferentes mapas entre los que destaca un dibujo por Colón. Fue descubierto en 1929 en el Palacio de Topkapi en Estambul (Turquía) cuando un grupo de estudiosos trabajaban clasificando material en la sección de archivos del Imperio otomano, se percató del trozo de mapa que databa de principios del siglo XVI y que guardaba cierta apariencia con los dibujos en las cartas de Cristóbal Colón de su viaje al Nuevo Mundo. En un primer momento, se pensó que el mapa representaba América y la Antártida, pero eso no era posible, ya que no eran conocidas aún en Europa. Más tarde se aclaró que el mapa se basaba vagamente en las ideas que en aquel entonces se tenía de lo que había más allá del océano.

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Ejército de Terracota

Junto a la tumba de Quin Shin Huang, el primer Emperador de la China unificada, había quedado sepultado un ejército de terracota distribuido en tres fosas con más de 8.000 soldados, una caballería de 150 animales, 130 carros tirados por otros 520 caballos y hasta 40.000 puntas de flecha junto con docenas de espadas, lanzas, ballestas y otras armas de bronce. La primera de ellas fue descubierta en 1974 de forma casual por un agricultor que estaba excavando un pozo en busca de agua en una zona donde ya se habían desenterrado algunos restos, pero no se le dieron demasiada importancia hasta que la noticia del hallazgo llegó a oídos del arqueólogo Zhao Kangmin e inició la excavación. Más adelante, en 1979, se abriría al público. Se realizó un estudio con el que se pudo conocer que su construcción comenzó en el 246 a. C. y finalizó en el 206 a. C. Por otra parte, la finalidad de estos soldados era la protección de la tumba del Emperador como parte del modelo de mausoleo destinado a la defensa espiritual de los emperadores. En 1987 todo el conjunto arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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La tumba de Tutankamón

El 4 de noviembre de 1922, un trabajador posaba el pie en lo que sería el primer escalón que conducía a la tumba, intacta, después de tres milenios, del faraón Tutankamón. Fue el arqueólogo británico Howard Carter que por órdenes de Lord Carnarvon supervisó las excavaciones en el Valle de los Reyes con el fin de encontrar las tumbas que pasaron desapercibidas en expediciones anteriores, quien excavó hasta llegar a una puerta de barro que daba paso a la entrada de tumba del joven faraón de la XVIII dinastía. Dentro, Carter se vio rodeado de un tesoro de incalculable valor en un gran estado de conservación, lo que le hizo exclamar su famosa frase: «¡Veo cosas maravillosas!» –contestando a un impaciente Carnarvon por saber qué era lo que había en el interior.
Tras semanas de excavación meticulosa, en marzo de 1923, Carter abría la cámara interior y descubría el sarcófago del faraón. Gracias al trabajo del fotógrafo del Museo Metropolitano de Nueva York, Harry Burton, contamos con fotos que catalogan todo el hallazgo. En noviembre de 1930 sacarían los últimos objetos de la tumba.