La música ranchera, un género emblemático de la cultura mexicana, ha generado controversia recientemente debido a la participación de los hijos de Shakira.

La polémica surgió cuando Milan, el hijo de la famosa cantante colombiana, interpretó una canción ranchera titulada «Dejaste a mi madre», dedicada a su padre, Gerard Piqué, quien abandonó a Shakira por otra mujer.

Este evento provocó un intenso debate sobre la autenticidad cultural y las razones detrás de involucrar a los niños en este estilo musical.

Las opiniones están divididas: varios artistas mexicanos, incluyendo a Pepe Aguilar y Alejandro Fernández, expresaron su desaprobación hacia la participación de Milan en la música ranchera.

Argumentaron que el niño no representaba adecuadamente la vestimenta de charro en el video de la canción y acusaron a Shakira de usar a su hijo como una herramienta de venganza contra su ex pareja.

Esta postura resalta la sensibilidad cultural y la importancia de respetar las tradiciones asociadas con la música ranchera.

Ana Gabriel, una destacada intérprete de rancheras, también se unió al debate al expresar su descontento con la participación de los hijos de Shakira en este género musical.



Durante un concierto, lanzó indirectas a Shakira y sus hijos al afirmar: «La ranchera no es un circo de payasos».

Este comentario generó opiniones encontradas, con algunos elogiando su postura y otros criticándola por cuestionar la libertad de expresión del niño.

En el fondo, la controversia sobre la participación de los hijos de Shakira en la música ranchera plantea interrogantes más amplios sobre la autenticidad cultural y la libertad de expresión.

¿Es apropiado que un niño español interprete música ranchera, un género profundamente arraigado en la cultura mexicana?

¿Es legítimo que Milan exprese sus sentimientos a través de este medio, incluso si la letra de la canción refleja su experiencia personal?

En última instancia, la controversia destaca el poder de la música como un medio de expresión y debate.

Aunque hay quienes cuestionan la autenticidad cultural y las motivaciones detrás de esta decisión, otros defienden el derecho de los niños a expresarse a través de la música que aman.

La música continúa siendo un reflejo de nuestras experiencias y emociones, capaz de generar debates profundos sobre identidad, cultura y libertad de expresión.